15/9/07

CuAndO lAs ApArIeNcIaS EnGaÑaN


Tomar unos mates, escuchar historias, ponerse en el lugar de los que viven distinto. Esta es la propuesta que les planteo llevar a cabo. Propongo acabar con los prejuicios, salir de la cápsula y mirar más allá de nuestras narices.

En la sociedad en la cual nos encontramos insertos coexisten múltiples realidades. Se sabe, sin embargo es muy sencillo ignorarlo o desconocer el alcance de esta frase.

Podemos imaginar que otros viven una realidad distinta -o no tanto- a la nuestra. Peor, ni siquiera imaginarlo y seguir nuestra existencia encapsulados. Incluso, podemos quedarnos impávidos recibiendo información acerca de aquellas personas cuya situación difiere a lo que conocemos y aceptar sin cuestionamientos la reconstrucción que los medios nos ofrecen. No sabía todo esto, al menos no concientemente, hasta que tuve la posibilidad de compartir con gente inmersa en realidades sociales diferentes.
A pesar de tanta pobreza, los niños tienen una vitalidad y una energía impresionante: desde que llegamos hasta que nos fuimos no paraban de correr, saltar, trepar árboles, andar en bicicleta, reír, gritar y pelearse entre ellos. Nos sorprendió la cortesía del grupo de gente que nos atendió con amabilidad y generosidad. En el comedor, nos invitaron a sentarnos -los que entrábamos en las pocas sillas, claro está- y nos convidaron unos ricos mates. Tuvimos una conversación muy amena y agradable.

La pobreza en la que viven y la que los rodea es abrumadora. Los niños tienen que crecer en este contexto al que se le debe sumar: padres desempleados, falta de educación, robos, allanamientos

Pero hay algo más, igual de triste y grave: la cantidad de personas que, siendo parte de la sociedad cordobesa, ignora, margina y desprecia a esta gente por la situación que les toca vivir. Nadie eligió nacer en una villa y convivir con la miseria; y es cierto que en estos barrios es frecuente que hayan personas que roben, por ejemplo. Pero no es suficiente para generalizar y caratular a todos como delincuentes. Como en todos lados, hay gente buena.

La gente de la villa percibe la prejuiciosa mirada social. Y le pesa, como le pesaría a cualquiera. Para mi fue una experiencia muy positiva, ya que aprendí a mirar la sociedad con otros ojos, compartir con personas que viven diferentes. Se escuchan muchas cosas, se ven otras tantas pero nada es comparable a estar allí y contemplarlo, compartirlo, vivirlo.

Involucrarnos directamente en esta problemática puede ayudarnos a tener una visión especial desde la experiencia personal, pero sería de un gran valor el aporte que podemos realizar para que la sociedad demande a sus gobiernos políticas permanentes de contención y ayuda a quienes sufren esta situación, dejando de lado la demagogia y el clientelismo político. Un compromiso irrenunciable de un periodista, en la lucha contra la miseria, que se sostenga en el tiempo, es de inestimable valor en esta desigual batalla por una vida digna para todos.



Gracias Emilia, Daiana y a toda la gente de Villa Bajo Pueyrredón por abrirnos las puertas.

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Cordoba, Argentina